En su adaptación de «Cascanueces y el rey de los ratones», Alejandro Dumas reimagina brillantemente el macabro cuento navideño de E. T. A. Hoffmann, suavizando sus sombras para cautivar a un público más amplio. Con todos los ingredientes necesarios para asegurar su éxito entre los niños —encantadoras casitas de muñecas, soldaditos de juguete, un rey déspota y una reina que cocina morcilla y puré de hígado, un país de golosinas, padres incrédulos, ratones vengativos, un padrino medio hechicero y una joven enamorada de un pelele repulsivo—, esta adaptación, magistralmente ilustrada por Bertall, inspiró el legendario ballet de Tchaikovsky y M. Petipa, que se ha convertido quizá en el más popular de todos los ballets en los países occidentales.
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